El 18 de octubre de 1945 fue
derrocado el gobierno del general Isaías Medina Angarita por un movimiento
cívico militar cruento que instauró en el país un sistema democrático con
raíces populares, pero que tan sólo habría de durar tres años, pues intervino
después un golpe militar incruento que estableció un régimen totalitario
desconocedor de la
Constitución y atropellador de los más elementales derechos
ciudadanos.
Medina había ascendido al poder en
abril de 1941, en tiempo de crisis general provocada por la segunda guerra
mundial. Durante mandato se desarrolló
un hermoso plan de obras nacionales, destinadas principalmente a la educación y
se construyó la urbanización “El Silencio”, principio de la Caracas moderna. En el curso de la gestión medinista se
observó un mayor acercamiento entre las naciones americanas, se abrieron las
puertas de las cárceles, no hubo, por lo tanto, presos políticos ni exiliados y
se disfrutaba, comparativamente con regímenes anteriores, un clima mayor de
libertad y garantías ciudadanas.
Pero el 18 de octubre de 1945, un
movimiento revolucionario corto, pero sangriento, estalló en la ciudad de
Caracas, puso al general Medina fuera del poder e instaló con el apoyo
irrestricto de Acción Democrática, partido entonces en la oposición, una Junta
Revolucionaria de Gobierno integrada por siete miembros y presidida por Rómulo
Betancourt.
El movimiento de octubre ha sido a
través de todo ese tiempo, elogiado por unos maldito por otros. Sin embargo, marcó un jalón en la trayectoria
económica, civil y militar de Venezuela.
La interrupción de aquella jornada
del lapso 45-48 por la dictadura militar que protagonizó por espacio de una
década el general Marcos Pérez Jiménez, debilitó sustancialmente las grandes
reformas que fueron entonces banderas de los principales partidos políticos,
especialmente de Acción Democrática, que se erigió como un partido de masas
afincado en el socialismo democrático.
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