martes, 7 de mayo de 2013

Bolívar en Chuquisaca

El 27 de diciembre de 1825 Bolívar se halla en Chuquisaca (también llamada Charcas, Plata y finalmente Sucre, antigua capital de Bolivia).  Desde allá escribe a Santander, vicepresidente de Colombia, para darle cuenta de su carta del 6 de agosto y de algunos pormenores de la misma.  Bolívar está atareado con la Constitución de Bolivia, pero piensa también en el resto de Colombia, especialmente en su patria chica, Venezuela, de donde suele escribirle frecuentemente el General Soublette para informarle de los hechos políticos y militares.  Soublette le habla de que el país está embochinchado y de las aspiraciones de Escalona y Páez en las elecciones.  Pero Bolívar desea para su país un gobernante capaz y popular y este no es el caso de los aspirantes.  “Es muy sensible que Páez se haya metido a candidato para un destino que no puede ejercer, pues yo mismo le tengo miedo, con tener más práctica en los negocios y más conocimientos”, comenta Bolívar en su carta del 27 de diciembre de 1825 a Santander.            Para la fecha el Gobierno del Río de la Plata había entrado en guerra con Brasil y Bolívar hace en su carta alusión a este hecho destacando los preparativos que hace el vecino  para la contienda.  Alude asimismo a la nueva República de Bolivia (Alto Perú) en formación y para la que se aguarda un reconocimiento, tanto de Río de la Plata como del Perú.  Bolívar ha querido redactar la Constitución para el país que lleva su nombre y ha decidido un proyecto de Ley Fundamental muy fuerte, pero sin violar ninguna de las tres unidades y revocando, desde la esclavitud todos los privilegios.  En sustancia piensa en un cuerpo electoral que nombre al poder legislativo dividido en censores, senadores y tribunos. El  poder judicial nombrado por el pueblo y parte por el Senado pero con aprobación del Congreso.  El poder ejecutivo compuesto de un presidente vitalicio y un vicepresidente nombrado por éste con aprobación del congreso.  La constitución no reconocía como ciudadanos a los analfabetas, tampoco a los que no pagasen contribuciones ni tuviesen un oficio conocido.

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