sábado, 11 de mayo de 2013

Bolívar a un paso de la muerte



             El 16 de diciembre de 1830 Colombia aguarda consternada la muerte de su libertador que según su diligente  médico de cabecera, el francés Alejandro Próspero Reverend, debía producirse de un momento a otro porque ya hasta los remedios y  los cuidados eran inútiles.
            Hacía seis días que el Obispo de Santa Marta, J. M. Estévez lo había confesado y recibido el viático.  Entonces dictó su proclama a los colombianos después de haberla corregido tres veces y otorgó su Testamento declarando que no tenía más propiedades que las minas de Aroa y algunas alhajas y manifestó su voluntad de que sus restos fueran depositados en su natal ciudad de Caracas.
Cerca de él están su fidelísimo compañero José Palacios, atento a todos sus movimientos; los generales Mariano Montilla, José Laurencio Silva, José Sardá, José María Carreño, Joaquín de Mier, el doctor Próspero Reverend y otros que hablan en voz baja.  Bolívar está en los huesos.  La tuberculosis ha sido implacable.
            Días antes había sostenido este diálogo con su médico el doctor Reverend:
-         Y usted ¿qué vino a buscar a estas tierras?
-         La Libertad
-         ¿Y la encontró?
-         Si, mi general.
-         Usted, es más afortunado que yo, pues todavía no la he encontrado.  Con todo, vuélvase usted a su bella Francia en donde ya esta flameando el pabellón tricolor.  Aquí en este país no se puede vivir:  hay muchos canallas... ¿Le agradaría a usted ir a Francia?
-          De todo corazón, mi general.
-         Pues bien, póngame usted bueno, doctor, e iremos juntos.

Pero el Libertador de Colombia no pudo mejorar ni ir a Francia...  Estaba a un paso de la muerte.



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