lunes, 6 de mayo de 2013

Bolívar y Mariño


             El 29 de diciembre de 1816, Bolívar se halla en la Villa de Santa Ana del Norte, Isla de Margarita que ha sido librada por Arismendi adelantándose después hasta Barcelona con 400 hombres. Hacía pocos días que allí había llegado con la segunda expedición de Haití que incluía al Almirante Brión y su escuadrilla.
Bolívar, llamado por un grupo de patriotas para retomar la jefatura suprema, piensa en Mariño como militar de prestigio e influencia en el Oriente.  Bolívar pues necesita de Mariño para inaugurar la tercera fase de la República y en una larga carta del 29 de diciembre de 1816 que desde la villa margariteña  envía expresamente con el capitán de navío Juan Fermín, lo reclama en nombre de su gran amistad y tantas luchas para salvar a la patria.
En el original de esta carta que se halla en el Archivo de India pues cayó en manos del enemigo, Bolívar dice al general Santiago Mariño:  “Mi querido compañero y amigo:  Estos títulos para mi corazón los más caros, los más santos, han sido por mucho tiempo nuestro honor, nuestra garantía recíproca.  Usted a la cabeza de cuarenta amigos entró por el Oriente a tiempo que yo por el Occidente hacía otro tanto.  Mutuamente nos ayudamos y por nuestros propios servicios nos elevamos a una igual dignidad.  Desde entonces fuimos compañeros.  Usted me auxilió con las tropas de su mando y yo le vi como el bienhechor de la patria.  El infortunio no pudo romper los lazos de nuestra unión.  Juntos arrastramos la tempestad de Carúpano, la de Cartagena y la de Guiria; en estas circunstancias hemos sido un modelo de amistad.  Esta virtud de acompañarnos hasta el sepulcro, debe ser nuestra guía en nuestras vidas y nuestro epitafio en la muerte; que gloria será para ambos vernos rivales de la misma gloria y unidos por un mismo sentimiento.  Al frente de Guinimita escribía a usted una carta expresándole el estado de mi corazón y los proyectos que pensaba ejecutar.  Aquel es el mismo en el día que lo fue entonces y mis pensamientos no han cambiado a pesar de tantas ocurrencias extraordinarias.  General, yo soy el mejor amigo de usted.  Desgraciadamente los de usted no son los míos, de aquí nacen todas las alteraciones que hemos sufrido, y que yo espero no volveremos a sufrir, tanto para salvarnos, como para salvar a nuestra patria querida.  La conducta de usted puede haber variado; pero yo estoy cierto que su corazón no varía nunca...”

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