miércoles, 8 de mayo de 2013

Teresa Carreño, singular artista venezolana

Teresa Carreño

            El 22 de diciembre de 1853 nació en Caracas, Teresa Carreño, considerada la más grande artista de la música universal que ha tenido Venezuela.

            Era pariente de Don Simón Rodríguez y descendiente del gran músico de la colonia Cayetano Carreño.  Su padre Manuel Antonio Carreño, conocido por su libro “Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres”, fue Ministro de la República dos veces y también pianista como ella y a él debe la artista que la haya iniciado en la música cuando apenas tenía tres años.
            A los nueve años Teresa Carreño ofrecía conciertos y  a esa edad ya se  captaban los destellos del genio y talento que le harían grande y famosa en los relevantes escenarios del mundo.  Entonces su familia se la llevó a Estados Unidos y en este país podemos decir que comenzó a tomar cuerpo su condición de artista.
            En el helado país del norte arreció sus estudios y se depuró  en la rigurosa disciplina del piano.  Fue discípula de talentosos maestros y tuvo la oportunidad de conocer a grandes creadores de la época como Rossini, Listz, Grieg, Brahms y otros.  El presidente Abraham Lincoln asistió a sus conciertos y artistas de la fotografía como Mathew Brady se deleitaron con su expresión candorosamente sublime y llena de gracia.
            Teresa Carreño fue indudablemente una virtuosa del piano, una niña prodigio, un talento vivo y sereno en constante actividad creadora.  Asombró a cuantos supieron de ella y de su arte durante más de medio siglo de existencia profesional.  Sin embargo, la fama le costó un ejercicio y una disciplina sin descanso, un constante ir y venir por los escenarios internacionales teniendo muchas veces que sacrificar el equilibrio y la unidad familiar hasta el punto de entregar a su primera hija Emilia al cuidado de terceros.  Tuvo cuatro matrimonios y ocho hijos, de los cuales la segunda murió al nacer y la tercera a los 13 años.  El violinista Emile Suaret fue su primer esposo y sufrió el complejo del genio.  Luego le siguieron el tenor Giovanni Tagliapietra, el pianista Eugene D’Albert y finalmente su ex – cuñado Arturo Tagliapietra.
            En tiempos de Guzmán Blanco retornó al país para fomentar una tradición de ópera, pero no tuvo suerte, sus planes fracasaron y se vio obligada a viajar a los Estados Unidos lamentándose de lo poco amable que en Venezuela habían sido con ella.  Murió en 1917 prácticamente exiliada por la incomprensión de sus conterráneos.  Sus restos fueron trasladados a Venezuela en 1938 y en 1977 inhumanos en el Panteón Nacional.


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