domingo, 26 de mayo de 2013

Carta de Bolívar a la Mariscala




            El 5 de noviembre de 1830, Bolívar se halla en Soledad, ciudad colombiana, a la orilla del Atlántico, luchando contra el fantasma de la muerte que presentía venir a 42 días de distancia, y desde allí responde al gesto de la Condesa de Solanda, viuda para entonces del Mariscal Sucre.
            La condesa había enviado a Bolívar la espada de oro que al Mariscal Sucre había dado el Congreso de Colombia.  Bolívar conmovido y agradecido escribe así:  “Muy respetable señora mía:  La  favorecida carta de usted del 13 de septiembre en Quito, no ha servido sino para aumentar mis sentimientos con respecto a usted y la memoria del Gran Mariscal.  Nadie se puede llamar tan desgraciada como una persona que virtuosamente amante de su esposo lo ha perdido entre los horrores de la ignominia nacional y de la gloria de que cubría a su dignísima esposa  y su afligida patria.  Las lágrimas de usted parece que deben aumentarse por la confluencia de las que Colombia entera derrama sobre la loza de la víctima más ilustre.  También yo concurro con toda mi pena a aumentar  la nacional; yo, que tengo obligaciones  que ningún otro para llenar este último y tristísimo deber; yo, que estuve presente al espíritu de aquel amigo quizás en el último instante de su vida; y que fui escogido para recibir de su amistad póstuma el más precioso como el más relevante de sus trofeos, la espada de Colombia regalada en Ayacucho”.
            “Señora, esta dádiva me ha sorprendido, porque no la merecía y porque debía ser la riqueza más honrosa de la familia Sucre.  Si me fuese permitido rogar a usted que se sirviese presentarla a mi nombre, a la imagen inocente y tierna de  mi amiga la señorita Sucre, yo me atrevería a tomarme esta libertad.  El digno y futuro marido de la hija de usted conservaría en está espada el más precioso escudo de la gloria de su casa.  Sin embargo, si usted se ofende por ese sentimiento, el más puro, yo aceptaré la espada:  ella será para mi un presente inestimable mientras viva; y cuando muera volverá a ser consagrada a  la casa del héroe.”
            “Acepte usted, señora, la seguridad de una gratitud sin límites de mi parte y hacia la memoria del Gran Mariscal por la benevolencia con que usted se ha servido honrarme en la favorecida que me apresuro a contestar”.
            “Con los sentimientos más respetuosos de consideración afectuosa quedo de usted su muy atento y obediente servidor Q.B.S.P.  Bolívar”.


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