martes, 21 de mayo de 2013

Armisticio y regulación de la Guerra



            El 16 de noviembre de 1819, Bolívar escribe desde Mocoy al excelentísimo señor Don Pablo Morillo acusándole recibo de una nota en la que el realista habla de un Armisticio general tanto en Venezuela como en Cundinamarca.
            Bolívar se regocijaba de esta nota pues también él era partidario de una suspención general de las armas y quería que Morillo lo entendiese así y enviara cuanto antes a los negociadores y junto con ellos oficiales autorizados para que con sus edecanes llegasen raudos a los cuerpos de ambos ejércitos para impedir choques que pudieran resultar por desinformación, contrarios a  los efectos de la negociación.
            Antes de que se produjera esta carta ya la propuesta de una suspención de hostilidades venía andando por iniciativa de Morillo conforme a instrucciones de España que en esos días se hallaba convulsionada y no podía enviarle refuerzos para que continuara “pacificando” la América.
            Morillo quería la paz y Bolívar también, sólo que se atravesaban inconvenientes como el de obligar a los patriotas regresar a ciertas posiciones.  Al fin se fijaron las reglas y se nombraron los negociadores para aun armisticio, aunque fuese provisorio.  Por el lado de los patriotas Bolívar designó a Antonio José de Sucre,  Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez y por el lado de los realistas Morillo nombró al Brigadier Correa, Juan Rodríguez Toro y Pedro González Linares.  El armisticio se firmó nueve días después, es decir, el 25 de noviembre y debía durar seis meses.  También se firmó un Tratado de regularización de la guerra, hecho que ocurrió curiosamente en la misma casa donde Bolívar había lanzado siete años antes su decreto de guerra a muerte.  Para que el Armisticio pudiese cuajar Bolívar tuvo que ceder a Maracaibo que estaba a punto de ser tomado y el resto de Barinas amenazado por las guerrillas patriotas.  En aquellos días Bolívar tenía recursos para hacerle frente a Morillo, pero  prefería la política a la guerra y, además había que darle tiempo al tiempo – como él mismo decía – por cuanto en Europa se sucedían hechos favorables a la causa americana.

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