El 5 de noviembre de 1830, Bolívar se halla en Soledad,
ciudad colombiana, a la orilla del Atlántico, luchando contra el fantasma de la
muerte que presentía venir a 42 días de distancia, y desde allí responde al
gesto de la Condesa
de Solanda, viuda para entonces del Mariscal Sucre.
La condesa había enviado a Bolívar la espada de oro que
al Mariscal Sucre había dado el Congreso de Colombia. Bolívar conmovido y agradecido escribe
así: “Muy respetable señora mía: La
favorecida carta de usted del 13 de septiembre en Quito, no ha servido
sino para aumentar mis sentimientos con respecto a usted y la memoria del Gran
Mariscal. Nadie se puede llamar tan
desgraciada como una persona que virtuosamente amante de su esposo lo ha
perdido entre los horrores de la ignominia nacional y de la gloria de que
cubría a su dignísima esposa y su
afligida patria. Las lágrimas de usted
parece que deben aumentarse por la confluencia de las que Colombia entera
derrama sobre la loza de la víctima más ilustre. También yo concurro con toda mi pena a
aumentar la nacional; yo, que tengo
obligaciones que ningún otro para llenar
este último y tristísimo deber; yo, que estuve presente al espíritu de aquel
amigo quizás en el último instante de su vida; y que fui escogido para recibir
de su amistad póstuma el más precioso como el más relevante de sus trofeos, la
espada de Colombia regalada en Ayacucho”.
“Señora, esta dádiva me ha sorprendido, porque no la
merecía y porque debía ser la riqueza más honrosa de la familia Sucre. Si me fuese permitido rogar a usted que se
sirviese presentarla a mi nombre, a la imagen inocente y tierna de mi amiga la señorita Sucre, yo me atrevería a
tomarme esta libertad. El digno y futuro
marido de la hija de usted conservaría en está espada el más precioso escudo de
la gloria de su casa. Sin embargo, si
usted se ofende por ese sentimiento, el más puro, yo aceptaré la espada: ella será para mi un presente inestimable
mientras viva; y cuando muera volverá a ser consagrada a la casa del héroe.”
“Acepte usted, señora, la seguridad de una gratitud sin
límites de mi parte y hacia la memoria del Gran Mariscal por la benevolencia
con que usted se ha servido honrarme en la favorecida que me apresuro a
contestar”.
“Con los sentimientos más respetuosos de consideración
afectuosa quedo de usted su muy atento y obediente servidor Q.B.S.P. Bolívar”.
Era marquesa de Solanda, no condesa...
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