Juan Pablo Rojas Paíl
El 27 de octubre de 1888 el
Presidente de Venezuela Juan Pablo Rojas Paúl decide la creación de la Academia Nacional
de la Historia
mediante decreto que ejecuta y promulga al día siguiente, onomástico del
Libertador.
La Academia de la Historia es una
corporación de carácter literario y tiene entre sus funciones la de recopilar
en forma juiciosa y seria, documentos de interés para el acervo cultural de la
nación. A ella, por consiguiente, llevan
sus individuos de número las dudas y dilemas de nuestra historia a fin de ser
aclaradas a la luz de la verdad.
Consta de 24 sillones marcados con
las letras del abecedario, a excepción de la A, Ch, Ñ, U y W.
En ellos se sientan los académicos de la historia. Los fundadores de la Academia otorgaron el
sillón “A” al entonces Presidente de la República doctor Rojas Paúl otros dos Presidentes
han sido miembros de la
Academia: José Gil
Fortuol (encargado), quien ocupó el sillón “K” y Raimundo Andueza Palacios,
sillón letra “Y”. Por lo menos hasta
1979.
Pero no solamente presidentes han
sido académicos sino también varios ministros y hasta personajes que estuvieron
en la misma guerra de independencia como Eduardo Blanco y José de Briceño. Mujeres como Lucila Luciani de Pérez Díaz,
Ermilia Troconis de Veracoechea y prelados como el Cardenal Humberto Quintero
igualmente han pasado por la prestigiada corporación literaria.
La Academia sesiona una vez
por semana – jueves a las 5 de la tarde – en la vieja casa de estudios en la
esquina de San Francisco en Caracas y que originalmente fuera el Real Colegio
Seminario de Santa Rosa. La Academia a pesar de ser
decretada el 28 de octubre de 1888 no se instaló sino un año después. Desde entonces su papel ha sido fructífero y
dinámico tal cual como en su debida oportunidad
lo conceptuó uno de sus miembros, el académico Lino Iribarres
Celis: “La Academia Nacional
de la Historia
de Venezuela no es una de esas casas simbólicas que constituyen en algunos de
nuestros países, el cuadro
formal de la cultura: casa muerta que sólo sirve para marco de
sobresalientes figuras de las letras o la investigación histórica y para que
vegeten con sueldos de hambre una media docena de empleados. A pesar de todo, la Academia es casa vida,
operante, activa, si se atiene a la utilidad que ofrece tanto a los académicos
en particular como a instituciones extranjeras y a todo aquel que haga
investigaciones históricas, idigenistas, genealógicas, lingüísticas,
bibliográficas, etc.”
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