El 11 de diciembre de 1814 quedó sellada con sangre en
Maturín la pérdida de la
Segunda República.
Había sido restablecida el 8 de agosto de 1813, un día después de la
entrada triunfal de Bolívar a Caracas.
El esfuerzo que desde Nueva Granada había emprendido el
Libertador con su famosa Campaña Admirable se desvanecía con la evacuación de
Maturín y la destrucción de los restos del ejército republicano por el furioso
e incontenible jefe realista Francisco
Tomás Morales, sucesor de Boves en la Batalla de Urica.
Maturín
defendida por Ribas y Bermúdez fue ocupada y la soldadera realista luego de
incendiar las fortalezas con patriotas y refugiados adentro comenzó, ávida de
sangre, a degollar a toda la población.
Víctima de esta masiva degollina fue Francisco Javier Ustáriz, uno de
los más brillantes intelectuales de la revolución. Igual suerte corrió en esos días Miguel José
Sanz, jurisconsulto de hoja brillante y esclarecida inteligencia.
Después de aquel desastre, Bermúdez y Ribas se
dispersaron por caminos distintos. El
primero buscó las montañas de El Tigre y
el segundo hacia Tucupido donde fue delatado, apresado, torturado y finalmente
decapitado. Su cabeza frita en aceite
fue exhibida en garfios cubierta con un
gorro frigio.
Al terminar el año de 1814 la bandera republicana sólo
flameaba en la isla de Margarita y en algunos sitios de los Llanos. Más de ochenta mil personas habían muerto en
las batallas. La economía fue destrozada
y el país se veía hambriento y desolado.
El segundo intento republicano volvía a fallar posiblemente por las
mismas causas que habían determinado el fracaso anterior. Causas sociales, económicas y políticas. La idea de la independencia no había calado lo
suficiente en el alma popular. Los
pardos y esclavos estuvieron al lado de los realistas, las rivalidades internas
a nivel de la falta de oficialidad y la prohibición de Inglaterra de vender
armas a los republicanos, conspiraron contra la Segunda República.
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