El 10 de noviembre de 1828 el Consejo de Gobierno de la Gran Colombia
conmutó a Santander la pena de muerte por el destierro.
Al general Francisco de Paula Santander se le había
encontrado culpable al igual que numerosos oficiales por el frustrado atentado
ocurrido el 25 de septiembre contra la vida del Libertador. Catorce de esos oficiales, entre ellos, los
comandantes Padilla y Silva, el coronel Ramón Guerra y el catedrático Azuero
habían sido ejecutados el 2 de octubre
del mismo año. Al venezolano Pedro
Carujo se le perdonó entonces por haber delatado a todos los implicados en la
conspiración. El granadino Vargas Tejada
se fugó de Bogotá y pereció ahogado al tratar de pasar un río. A Florentino González y a otros cuatro oficiales
de menor rango se les condenó a presidio temporal y dos días después de la
conmutación de la pena a Santander, el Libertador indultó a los que se hallaban
aún prófugos.
El Libertador, un día antes había escrito al general
Pedro Briceño Méndez: “Pienso perdonar a
todos los demás miserables, si se le conmuta la pena a Santander; así porque
entonces sería justo, como porque parece que ya debemos ser clementes”.
Seis días más tarde a la fecha del indulto, el Libertador
volverá a escribir al general Briceño Méndez y a Páez y al referirse al mismo
tema dirá: “Mi existencia ha quedado en
el aire con este indulto, y la
Colombia se ha perdido para siempre. Yo no he podido decir el dictamen del consejo
con respecto a un enemigo público, cuyo castigo se habría reputado por venganza
cruel. Ya estoy arrepentido de la muerte
de Piar, de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa: en adelante no habrá más justicia para castigar
al más feroz asesino, porque la vida de Santander es el perdón de las demás
impunidades más escambrosas. Lo peor es
que mañana le darán el indulto y volverá a hacer la guerra a todos mis amigos y
a favorecer a mis enemigos. Su crimen se
purificará en el crisol de la anarquía, pero lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que
se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla. Dirán, con sobrada justicia, que yo no he
sido débil sino a favor de ese infame blanco que no tenía los servicios de
aquellos famosos servidores de la patria”.
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