Circunstancias políticas imperiosas han devuelto a
Caracas la figura suprema del Padre de la Patria. Había brotes de guerra
civil. Estaba en peligro la unidad
grancolombiana y Bolívar era el único que podía apaciguar los ánimos y
debilitar el morbo de la división.
El día diez, Bolívar había sido recibido con música de
orquesta y dos señoritas le entregaron a su llegada dos coronas, una por su
valor y otra por su constancia. La
primera, sin embargo, la colocó sobre la cabeza de Páez y la segunda la dedicó
al Ejército Libertador, porque sus sienes jamás ceñirían coronas. Es el día en que doña Gertrudis de Buroz,
esposa del doctor Cristóbal Mendóza, primer presidente de la República , vuelve a ver
a Bolívar al que en medio de su emoción encuentra “flaco y prieto” y así se lo
hace saber en carta a su marido; pero “es el mismo del año catorce, me ha
preguntado por ti y me encarga te diga que vengas inmediatamente, y que si no
venías no habría él conseguido nada con su viaje; parece que este hombre
singular o más bien Dios de la tierra, despliega cada día nuevos rasgos de
sabiduría y nuevas virtudes, destinadas sólo a él y desconocidas de los otros
hombres”.
La llegada de Bolívar a Caracas es realmente
reconfortante. La municipalidad le
obsequió un banquete al que asistieron más de 200 personas. En la ocasión Bolívar obsequia a Páez su
espada y Páez pronuncia un discurso en el que dice: “Señores:
el Libertador ha colmado la medida de sus beneficios, de mis glorias y
hasta de su poder; ya no puede dar más; me ha dado la espada que ha libertado a
un mundo” Durante su estada en Caracas el Libertador se dedicó a poner las
cosas en orden, organizó la administración pública y dotó de rentas a la Universidad Central.
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