El 23 de febrero de 1812, el
ilustrísimo Monseñor doctor Mariano de Talavera y Garcés, cuarto obispo de
Guayana, anunció la terminación de los trabajos de construcción de la Catedral de Ciudad
Bolívar, reanudados desde el mismo momento en que asumió la administración
apostólica.
El anuncio tuvo, en el momento,
repercusiones que premiaban el esfuerzo de aquel sacerdote, pues muchísimas
habían sido las vicisitudes para el acabado de esta catedral.
Las vicisitudes se jalonaron desde
la propia fundación de la ciudad cuando Joaquín Sabas Moreno de Mendoza echó
sus bases y trazó las calles sobre las rocas empinadas. Escaseaban los recursos y, más tarde, cuando
Centurión sucedió al fundador, estableció impuestos especiales para favorecer
la construcción, pero resultaron insuficientes y el problema se agravó con la
pobreza del Estado ocasionada por las guerras.
Cuando Monseñor Talavera se instaló
en el Vicariato Apostólico que entonces tenía como sede la Casa donde se reunió el
Congreso de Angostura, decidió terminar la Catedral y para ello comenzó por concientizar a
la población obligándola prácticamente a aportar su esfuerzo y
contribución. En poco tiempo logró
reunir 19 mil pesos. Los albañiles
regalaban sus horas libres y voluntarios se prestaron con entusiasmo sin parar
para acarrear materiales y servir de obreros.
La Catedral
finalmente fue concluida e inaugurada, podríamos decir, que de manera provisional
pues la forma como la terminaron no se ajustaba a los planos originales del
ingeniero Bartolomé de Amphoux, tal vez porque se desconocían. Los mismos fueron hallados en la década de
1970 por el arquitecto Graziano Gasparini en los Archivos de Indias. Este hallazgo permitió al Arzobispo Crisanto
Mata Cova realizar una campaña para que la Catedral que entonces estaba en pésimas
condiciones, fuese reconstruida conforme a los planos de Indias. Su campaña tuvo éxito y el 15 de febrero de
1979 el gobierno de Carlos Andrés Pérez la inauguró en medio de un gran
ambiente de júbilo. El estilo de la Catedral que los
bolivarenses disfrutan en la actualidad encaja perfectamente dentro de lo
neoclásico. Su nave central tiene 26
metros y 44 la torre que en su interior guarda trece campanas y un reloj
gigante que cada cuarto de hora va acompasando el Himno del Estado
Bolívar. Costó seis millones de
bolívares y está considerada como la más alta y también como la más bella del
tiempo catedralicio indio del país.
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