El 28 de enero de 1843 el Congreso
de la República ,
dominado por el partido Conservador, vota mayoritariamente a favor del general
Carlos Soublette, postulado a la
Presidencia de Venezuela, para un período constitucional de
cuatro años. Volvía Soublette al solio
presidencial con la experiencia de
su privisionalidad en el lapso 1937 – 1839, tras la renuncia del doctor José
María Vargas.
Reemplazaba a Páez en la primer
magistratura nacional y encontraba al país encauzado y pacificado, abonado para
una administración sana y eficiente, aunque acosada por las pugnas entre
oligarcas y liberales.
Durante este período, España
reconoció (30 de marzo de 1845) la independencia de Venezuela, se creó el
Montepío Militar y se dio el nombre de Ciudad Bolívar a Angostura, capital de
la provincia de Guayana desde su fundación.
Pero lo fundamental, lo que más destaca en este período constitucional y
lo que engrandece a este hombre formado en las guerras emancipadoras, es su
fidelidad a los principios democráticos y el respeto a las leyes. Mientras gobernó fue respetuoso de la
autonomía e independencia de los Poderes
Públicos. Creía ciegamente en el imperio
de las leyes y a ellas se sometía. La
libertad de prensa funcionó sin restricción alguna y los partidos políticos
utilizaron sus tribunas para decir cuanto querían. Muchas veces los liberales llegaron hasta el
insulto y la ofensa contra su gobierno y Soublette no se alteraba. Se conformaba con menospreciarlos sin
descender de sitial para agredirlos, tomar represalias o esgrimir las mismas
armas. Una prueba de la libertad
excesiva de su gobierno está en este párrafo de un artículo del periódico “El
Rayo” de la época cuando dirigiéndose al Presidente, expresa: “El que os habla no os teme General; no
pierde la esperanza de ver con vuestra muerte mitigadas las angustias de la Patria. ¡Noble esperanza!
Feliz Venezuela si llegara a perderos.
Desgraciada si vivierais un tiempo más.
Vuestra muerte debiera aclamarla hoy los pueblos, pues con la muerte de
un traidor, con la muerte de un asesino,
de un ladrón de la República
se da un paso más hacia su dicha...”
Mas, Soublette, no fue en absoluto
nada de eso que apunta el odio excerbado de la pugnancidad política. El, como patriota esclarecido, sereno y
honorable, estuvo muy por encima de esas miserias de espíritu y su gobierno o
sus gobiernos fueron dechados de respeto
a las leyes, a los principios democráticos y a las libertades públicas.
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