jueves, 15 de agosto de 2013

Soublette Presidente

            El 28 de enero de 1843 el Congreso de la República, dominado por el partido Conservador, vota mayoritariamente a favor del general Carlos Soublette, postulado a la Presidencia de Venezuela, para un período constitucional de cuatro años.  Volvía Soublette al solio presidencial con la  experiencia de su  privisionalidad en el lapso  1937 – 1839, tras la renuncia del doctor José María Vargas.
            Reemplazaba a Páez en la primer magistratura nacional y encontraba al país encauzado y pacificado, abonado para una administración sana y eficiente, aunque acosada por las pugnas entre oligarcas y liberales.
            Durante este período, España reconoció (30 de marzo de 1845) la independencia de Venezuela, se creó el Montepío Militar y se dio el nombre de Ciudad Bolívar a Angostura, capital de la provincia de Guayana desde su fundación.
            Pero lo fundamental, lo que  más destaca en este período constitucional y lo que engrandece a este hombre formado en las guerras emancipadoras, es su fidelidad a los principios democráticos y el respeto a las leyes.  Mientras gobernó fue respetuoso de la autonomía  e independencia de los Poderes Públicos.  Creía ciegamente en el imperio de las leyes y a ellas se sometía.  La libertad de prensa funcionó sin restricción alguna y los partidos políticos utilizaron sus tribunas para decir cuanto querían.  Muchas veces los liberales llegaron hasta el insulto y la ofensa contra su gobierno y Soublette no se alteraba.  Se conformaba con menospreciarlos sin descender de sitial para agredirlos, tomar represalias o esgrimir las mismas armas.  Una prueba de la libertad excesiva de su gobierno está en este párrafo de un artículo del periódico “El Rayo” de la época cuando dirigiéndose al Presidente, expresa:  “El que os habla no os teme General; no pierde la esperanza de ver con vuestra muerte mitigadas las angustias de la Patria. ¡Noble esperanza! Feliz Venezuela si llegara a perderos.  Desgraciada si vivierais un tiempo más.  Vuestra muerte debiera aclamarla hoy los pueblos, pues con la muerte de un traidor, con  la muerte de un asesino, de un ladrón de la República se da un paso más hacia su dicha...”
            Mas, Soublette, no fue en absoluto nada de eso que apunta el odio excerbado de la pugnancidad política.  El, como patriota esclarecido, sereno y honorable, estuvo muy por encima de esas miserias de espíritu y su gobierno o sus gobiernos  fueron dechados de respeto a las leyes, a los principios democráticos y a las libertades públicas.



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