El 11 de marzo de 1821 fue sepultado en la Villa del Rosario de Cúcuta
el doctor Juan Germán Roscio, redactador del Correo del Orinoco y
Vicepresidente de la
Gran Colombia.
El decano de los patriotas de la revolución
independentista iniciada el 19 de abril de 1810, murió a la edad de 58 años.
Era casado con la guayanesa María Dolores Cuebas y su entierro oficiado por el
cura Lorenzo Santander, fue solemne con vigilia y misa.
Roscio, personaje importante de la
revolución, fue uno de los “ocho monstruos” que Monteverde mandó a la prisión
africana de Ceuta. De este brillante abogado y profesor de la Universidad , se ha
dicho que tuvo problema para ingresar al Colegio de Abogados por ser mestizo
(de indio y blanco).
Asistió al primer Congreso de Venezuela en
representación de Calabozo y formó parte de la comisión designada para redactar
el acta de la independencia. Fracasada la primera República, Monteverde lo
envió a la prisión de Ceuta de donde
escapó para ser regresado luego. Entonces escribe y publica su libro “El
Triunfo de la Libertad
sobre el Despotismo”. Al iniciarse la tercera República con la campaña de
Guayana, el Libertador lo hace miembro del Consejo de Estado, Director de las
Rentas Nacionales y Redactor del Correo
del Orinoco. En 1819 es designado Vicepresidente de Venezuela y Vicepresidente
Interno de Colombia cuando Zea marchó a Londres en misión especial.
En Angostura se supo de su
muerte en abril. El Correo del Orinoco
en su número 102 publica entonces la siguiente necrología: “Al anunciar el
fallecimiento del Excmo. Sr. Vice-Presidente Interino de Colombia, Dr. Juan
Germán Roscio, sucedido el 9 de marzo último en la Villa del Rosario de Cúcuta,
el más acerbo dolor nos recuerda la pérdida de un sabio ilustre, de un
Magistrado íntegro, de un patriota eminente y de un virtuoso ciudadano. Desde
el año 1810 en que Venezuela derrotó al despotismo hasta el día en que, después
de un viaje penoso y dilatado, llegó a principios de este año a la nueva capital
del Estado, mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte su vida, que
puede decirse con verdad, que ni un momento respiró, sino en servicio de la Patria ”.
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