jueves, 1 de agosto de 2013

Muerte de Roscio

El 11 de marzo de 1821 fue sepultado en la Villa del Rosario de Cúcuta el doctor Juan Germán Roscio, redactador del Correo del Orinoco y Vicepresidente de la Gran Colombia.
            El decano de los patriotas de la revolución independentista iniciada el 19 de abril de 1810, murió a la edad de 58 años. Era casado con la guayanesa María Dolores Cuebas y su entierro oficiado por el cura Lorenzo Santander, fue solemne con vigilia y misa.
            Roscio, personaje importante de la revolución, fue uno de los “ocho monstruos” que Monteverde mandó a la prisión africana de Ceuta. De este brillante abogado y profesor de la Universidad, se ha dicho que tuvo problema para ingresar al Colegio de Abogados por ser mestizo (de indio y blanco).
Asistió al primer Congreso de Venezuela en representación de Calabozo y formó parte de la comisión designada para redactar el acta de la independencia. Fracasada la primera República, Monteverde lo envió a la  prisión de Ceuta de donde escapó para ser regresado luego. Entonces escribe y publica su libro “El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo”. Al iniciarse la tercera República con la campaña de Guayana, el Libertador lo hace miembro del Consejo de Estado, Director de las Rentas Nacionales  y Redactor del Correo del Orinoco. En 1819 es designado Vicepresidente de Venezuela y Vicepresidente Interno de Colombia cuando Zea marchó a Londres en misión especial.
            En Angostura se supo de su muerte  en abril. El Correo del Orinoco en su número 102 publica entonces la siguiente necrología: “Al anunciar el fallecimiento del Excmo. Sr. Vice-Presidente Interino de Colombia, Dr. Juan Germán Roscio, sucedido el 9 de marzo último en la Villa del Rosario de Cúcuta, el más acerbo dolor nos recuerda la pérdida de un sabio ilustre, de un Magistrado íntegro, de un patriota eminente y de un virtuoso ciudadano. Desde el año 1810 en que Venezuela derrotó al despotismo hasta el día en que, después de un viaje penoso y dilatado, llegó a principios de este año a la nueva capital del Estado, mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte su vida, que puede decirse con verdad, que ni un momento respiró, sino en servicio de la Patria”.


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