El 17 de enero de 1929, un terremoto destruyó gran parte
de la ciudad de Cumaná reafirmando la tesis hilvanada desde 1530 según la cual
la primogénita venezolana es víctima cada cien años de un fenómeno telúrico de
acentuada magnitud.
Este movimiento sísmico se registró exactamente a las
7:32, hora de la mañana, a juzgar por la paralización en ese instante de uno de
los dos relojes de la iglesia de Santa
Inés.
Cumaná situada en la faja septentrional de la Depresión Táchira ,
Península de Paria, contaba para esa fecha con unos veinte mil habitantes. Toda esa población fue de una u otra forma
afectada por el sismo. Hubo un centenar
de muertos y heridos y numerosas casas desplomadas y averiadas. Los principales monumentos de la capital,
entre ellos, el Museo Sucre, el Teatro José Siverio González, la Catedral y el monolito
levantado en 1913 en el sitio donde nació el Mariscal Antonio José de Sucre,
fueron totalmente destruidos por el sismo.
Se cuenta como hecho anecdótico que en momento del
terremoto una señora de nombre Natalia Bermúdez de Silva daba a luz y que su
hijo fue adoptado por los cumaneses que sufrieron el trágico fenómeno, con el
nombre de “Terremotico”.
A través de la historia, son numerosos las ciudades y
pueblos venezolanos que han sido estremecidos por los sismos. Ello, según los estudios de los fenómenos de
la tierra, es indicador de que el suelo patrio aún no ha alcanzado su total
estabilidad. El Escudo Guayanés, por su
antigüedad, vendría a ser la excepción; en cambio, son afectados los centros
poblados de la faja septentrional comprendida entre el Táchira y la Península de Paria. En la Costa del Golfo de Cariaco, las crónicas
recuerdan los terremotos de los años 1530, 1641, 1766, 1797, 1802, 1809, 1853,
1859 y este que reseñamos de 1929 que estremeció hasta sus cimientos a la bella
sucrense.
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