El 23 de abril de 1616 recuerda la
muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, gloria altísima de la literatura
universal, autor de la obra cumbre de la imaginación y del arte narrativo
español: El Ingenioso Hidalgo don
Quijote de la Mancha.
Hoy, en consecuencia, es Día del
Idioma. También Día del Libro, porque
Cervantes significó todo eso que nos envuelve, que nos comunica, nos integra y nos abre mil
caminos de luz.
Nació en Alcalá de Henares en 1547 y
murió a la edad de 69 años en Madrid después de una vida sumamente intensa,
estimulada por la imaginación, la literatura, la guerra, el cautiverio y la
aventura. Su propia existencia fue una
novela abrumadoramente increíble.
Cervantes al comienzo fue un
personaje semieclesiástico, pero luego le dio de irse por las armas y recorrer
Italia con un arcabuz en el hombro y una espada en el cinto. Siendo soldado participó en la célebre
batalla de Lepanto, donde le mutilaron un brazo durante una acción de
heroísmo. Cautivo entre corsarios
argelinos, intentó fugarse tres veces y terminó liberado por el rescate de 500
ducados pagados por sus hermanos. Ese
cautiverio lo llevó a escribir su primera obra “Los tratos de Argel y la gran
turquesa”.
Pobre y sin poder subsistir con lo
poco que producían sus numerosas comedias, hizo desesperados intentos de venir
a la América
con algún cargo aunque fuese como el de contador de la Nueva Granada , pero
terminó con uno de poca monta en la
Armada del propio Madrid.
Se hizo, luego recaudador en cuyo ejercicio confundió dineros propios
con los del cargo yendo a parar varias veces a la cárcel. De aquí entre la muchedumbre de bandoleros,
cacos, asesinos, truhanes y pillos salieron los primeros balbuceos de un
excelso Don Quijote que en calidad de primicia fueron leídos a los pobladores
de la cárcel. El 26 de septiembre de
1604 Felipe III autorizó la impresión de esta obra que en manuscritos y copias
ya venía circulando y envolviendo a toda España. La portentosa imaginación de Cervantes echaba
andar por el mundo a “dos locos conmovedores y entrañables, un señor cenceño y
un criado llano y refranero, que sacaban al camino el alma de un pueblo o, más
todavía, el alma de la gente”.(AF)
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