El 10 de junio de 1818 en Barcelona, España, se celebró
un funeral en memoria de los 22 frailes capuchinos de las Misiones del Caroní
que a raíz de la campaña patriota en Guayana fueron degollados y finalmente
lanzados al río.
El funeral lo celebraron los misioneros Hilarión de
Materó y Nicolás de Vich, sobrevivientes de aquel cruento episodio que mancilló
la gesta de los patriotas en Guayana.
Según las crónicas, la degollina ocurrió el 7 de mayo de
1817 luego que los patriotas sometieron a los 28 pueblos fundados durante la
época de la colonia. Los 22 misioneros y
otros que escaparon, así como dos enfermeros, fueron apresados en las distintas
misiones que administraban y encerrados todos en el Templo de San Ramón de
Caruachi, por considerar los patriotas que siempre estuvieron al lado de los
realistas, eran sus principales proveedores y ejercían gran influencia sobre
sus territorios.
Pero cuando se creía que
los misioneros no pasarían de ser meros presos políticos a los que
finalmente se castigarían poniéndolos de vuelta a España, aparecen degollados
en masa sobre una laja cercana al pueblo de la Misión de San Ramón de
Caruachi, al poniente de Upata.
La degollina, considerada como una venganza por lo que
los realistas hicieron en la
Casa Fuerte de Barcelona el 7 de abril de ese mismo año
asesinando a ancianos, mujeres, niños y enfermos que allí se refugiaban, fue,
sin embargo, repudiada y calificada como hecho sanguinario y cruel, innecesario
e indigno de la causa republicana. La
responsabilidad del degüello colectivo ha sido atribuida al Teniente Coronel
Jacinto Lara y al Capitán Juan de Dios Monzón, quienes por disposición del
Cuartel General reemplazaron el 6 de mayo al oficial piarista Capitán Juan
Gamero en el mando militar y político de Caruachi.
Una verdadera tragedia el asesinato de estos frailes. Un hecho repudiable que mancha la historia.
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