viernes, 19 de julio de 2013

Muere Teresa de La Parra



            El 23 de abril de 1936 murió  en Madrid víctima de una lesión pulmonar la escritora venezolana Teresa de la Parra.
            Como escribiera Mariano Picón Salas en el prólogo de sus cartas publicadas por la editorial Cruz del Sur:  “Hubo de morir silenciosamente en un instante en que los venezolanos ni siquiera nos detuvimos a meditar cuánto significa su nombre en la más depurada tradición cultural del país.”
            La autora  de “Ifigenia” y “Las Memorias de Mamá Blanca”, se distingue como uno de nuestros pocos escritores clásicos.  Personajes como Miguel de Unamuno y Marco Fidel Suárez elogiaron su obra.
            La vida de esta escritora transcurrió entre Venezuela, España y Francia, desde donde no dejó un instante de cartearse con Gabriela Mistral, Lydia Cabreras, Luis Eduardo Nieto Caballero, don Vicente Lecuna, Luis Zea Uribe y don Rafael Carías.  En carta a este último desde Leysin (11 de enero de 1935) le informa que se encuentra en París desde hace tres meses convaleciente del pulmón y sufriendo siempre del asma. Pensaba entonces  irse a Barcelona o Málaga buscando inútilmente en el clima de  esas ciudades cura para sus males.
            “Ifigenia” titulada antes “Diario de una señorita que se fastidiaba”, fue premiada en París en 1924 en un concurso de novelistas hispanoamericanas y en ella la escritora, con lenguaje cristalino, fluido y hermosamente sencillo, habla de la Caracas de otros tiempos y retrata la fisonomía de una sociedad en trance de evolución. Francis de Miomandre, prologuista de la obra, dice que “es el retrato de una mujer sencilla y compleja, natural y enamorada de todo artificio, tierna, coqueta y llena de vida”.
            Memorias de Mamá Blanca es  por su parte una égloga del valle de Caracas en el que transcurre la niñez de la autora.  Picón Salas afirma que se trata de una obra de la cual emanan, como en pocos libros venezolanos, una fragancia solariega, un olor de tradición matizado de poesía y de sonrisa, una vertiente de buen folklore, ejemplarmente nativo como los cuentos de Andersen o las leyendas de Selma Lagerlof.


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