Había nacido el 12 de septiembre de 1799, por lo que
murió a los 67 años de edad. Era la hija
mayor de Domingo Cáceres y Carmen Díaz.
Formó parte de la avalancha humana que abandonó a Caracas
para emigrar hacia el Oriente del país cuando la capital se veía amenazada por
el ejército realista. Alguien dijo en una crónica de la época que
el Libertador se condolió de ella y la montó en el anca de su cabalgadura, toda
vez que entonces era novia del General Arismendi, quién había enviudado de su
primera esposa, y al que había conocido en la casa del General José Félix
Ribas.
Al llegar a Margarita, Arismendi se casó con ella el 4 de
diciembre de 1814. Pero después de la
toma de la Isla
por los expedicionarios de Morillo, Arismendi armó una revuelta y como no fue
posible su captura demandada por los hombres del gobernador Urreiztieta, la
sometieron a prisión y a torturas para que dijera donde estaba su esposo. Luisa Cáceres que entonces tenía 15 años
soportó los rigores del calabozo no obstante estar encinta. La hicieron caminar sobre los cadáveres de
algunos patriotas, beber agua teñida con la sangre de los caídos, pero no
reveló nunca los planes de la revuelta ni dijo donde se encontraba su marido.
En el mismo calabozo del Castillo de Santa Rosa que mora
en una altura del Valle de la
Asunción y con el auxilio
de otra prisionera, dio a luz el 26 de enero de 1816 una niña que murió
al nacer a causa de los intensos sufrimientos.
La niña fue arrojada después por
sus carceleros a un zanjón.
Previendo el Gobernador de la Isla una posible invasión de
los patriotas que se preparaban en Haití, la trasladaron a La Guaira a bordo de un
bergantín y posteriormente la internaron en el Convento de la Inmaculada Concepción ,
donde hoy se alza el Capitolio de Caracas.
En enero de 1817, cuando ya los patriotas comenzaban a
dominar en el Oriente, la embarcación a bordo del “Pópulo” un barco que salía
para España y de una vez la entregaron a las autoridades de Andalucía. En 1818 logró fugarse con la ayuda de un
teniente Ceballos y llegó a Juan Griego el 26 de julio. Los margariteños la recibieron con todos los
honores, pues ya la isla estaba nuevamente en poder de Arismendi. En el Templo de la Villa se cantó un Tedeun y
durante ocho días el pueblo celebró el regreso a la libertad de quien fue
ejemplo de fidelidad y fortaleza espiritual en los momentos más sangrientos y
difíciles de la patria.
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