El 2 de abril de 1796 nació en
Puertos de Altagracia la heroína zuliana Ana María Campos.
La hija de Domingo Campos y Ana
María Cubillán insuflada de fervor patriótico en los días ardorosos y difíciles
de la guerra de la independencia, presta su casa para escondites y
reuniones. Era necesario en aquellos
días de 1822 organizar la resistencia y ganar prosélitos contra el capitán Francisco
Tomás Morales que había entrado triunfante y gobernaba en Maracaibo. Morales persigue con ensañamiento a los
patriotas y una expresión salida como latigazo de los labios de la rebelde
muchacha, la identifica ante el gobernante realista que no pierde tiempo para
la sanción y el escarmiento.
¡Sí Morales no capitula, monda! –
Había exclamado la joven Ana María Campos utilizando un modismo típico de la época de la colonia que significaba para
el capitán realista algo terriblemente ofensivo e inaguantable.
Ipsofacto mandó a prenderla y una
vez presentada ante él ordenó que fuese flagelada con látigo públicamente,
montada sobre un burro y paseada desnuda por las calles de la ciudad.
Un negro africano que ostentaba el
mismo apellido del Tirano Aguirre –Valentín Aguirre -, fue el encargado de
descargar repetidas veces el látigo sobre la piel de nácar de la muchacha
zuliana.
¡Si no capitula, monda! – gritaba
Ana María y la risa asquerosa del chacal insatisfecho contaminaba el ambiente.
¡Si no capitula, monda!, - repetía
al golpe de cada latigazo hasta que al final se apagó su resistencia.
Un año más tarde, el 3 de agosto de
1823, quedó de manifiesto la capacidad preditiva de la bella y tierna
heroína. Morales tuvo que firmar la
capitulación de rendición.
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