El 13 de marzo de 1815, el capitán
realista Pedro Quintana, entregó la cabeza del General José Félix Ribas a las
autoridades de Caracas, cubierta con un gorro frigio dentro de un saco. La
cabeza había sido frita en aceite y enviada desde Valle de la Pascua en la grupera de una
bestia por el coronel realista Lorenzo Barazola, quien hizo asesinar y
decapitar al patriota revolucionario luego de encontrarlo fugitivo en un monte
cercano, cuando descansaba con otros tres oficiales.
En medio del escarnio de una turba
despreciable, la cabeza de Ribas, dentro de una jaula, fue suspendida en la Plaza Mayor de Caracas
y posteriormente en la alcabala de la Pastora donde permaneció por varios días
aterrorizando a muchos, pero también
indignando y sublevando a los más contra los autores de tan infernal y
condenable monstruosidad.
José Félix Ribas, tío político del
Libertador, guerreaba desde el comienzo de la Primera República.
Se distinguía desde 1808 como un revolucionario vehemente de la nobleza
criolla. Héroe de Magdalena, Niquitao, Los Horcones, La Victoria y Carabobo,
sucumbió en Urica a pesar de la muerte de Boves y más tarde en Maturín donde
comenzó su desgracia.
Los vencedores de Urica llegaron a
Maturín a cobrarse por asalto la muerte de Boves y a cuchillo pasaron a patriotas
tan prominentes como Miguel José Sanz,
anciano venerable y maestro del Libertador; Francisco Javier Ustáriz y otros.
Quienes pudieron sobrevivir de aquella sorpresiva matanza, huyeron y se
dispersaron por el llano. Ribas, acompañado de tres oficiales, buscaba unirse a
las tropas de Urdaneta que suponía en Barquisimeto, pero fue atrapado en
Tucupido en un monte donde descansaba mientras uno de sus esclavos le buscaba
provisiones en el pueblo. Así a la edad de 39 años, finalizó la carrera de este
insigne patriota a quién la juventud venezolana rinde honores en la Victoria todos los años.
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