El 28 de marzo de 1750 nació en Caracas, Sebastián
Francisco de Miranda, inmortalizado con el título de precursor y apóstol de la
independencia venezolana.
Era hijo mayor de don Sebastián de
Miranda y Ravelo, oriundo de las islas Canarias y de doña Francisca Antonia
Rodríguez Espinoza, caraqueña. Fue bautizado a los ocho días y confirmado más
tarde por el Obispo Manuel Machado y Luna.
Su vida que transcurría en la
abundancia y tranquilidad de la colonia se vio perturbada por asuntos de
linaje, pero su viaje a España en 1771 le devolvió la serenidad espiritual.
Soñaba con ganar laureles para retornar y humillar a los criollos y
blancos arrogantes de su patria. Muy
pronto ascendió a Capitán del Ejercitó Real, viajó a Estados Unidos y combatió
por la independencia de aquél país. Antes lo había hecho en las islas Bahamas.
Estando en Cuba fue obligado a abandonarla por haber fundado una sociedad
comercial que negociaba con los ingleses. Entonces volvió a Europa y penetró
hasta la Corte
de Catalina de Rusia, quien le brindó amistad y estímulo para su lucha a favor
de la independencia hispanoamericana. En 1770 se alistó al lado de los
revolucionarios franceses y rápidamente ganó el grado de mariscal de campo y su
figuración en el Arco de Triunfo de París.
De Francia pasó a Inglaterra donde
se residenció para planear la lucha por la Independencia de
Venezuela. Fundó la Gran
Logia Americana que aglutinó secretamente a los partidarios
de la liberación de las colonias españolas. Volvió luego a los Estados Unidos y
desde allí preparó su expedición a Venezuela. Después de su fracaso
expedicionario, las luchas napoleónicas abren un nuevo camino. Miranda y
Bolívar se ponen al frente de la fervorosa iniciativa del 19 de abril de 1810 y
emprenden una campaña contra Domingo Monteverde. Se le confiere entonces el
título de Dictador y Generalísimo. Por
dos veces bate al realista, pero la traición de Vinoni cuando se disponía al
golpe final hacen fracasar a la Primera República. Miranda firmó la capitulación,
pero más tarde fue acusado de traidor. Sus propios compatriotas
revolucionarios, entre ellos Bolívar, lo entregaron a Monteverde. Aquí comenzó
el ocaso de Miranda. De prisión en
prisión llegó a acabar con sus huesos en las bóvedas de la torres gaditanas,
para nunca más saberse de ellos.
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