El 29 de mayo de 1948, Gobierno del General
Isaías Medina Angarita, los Ministerios de Educación y de Agricultura y Cría
dictaron conjuntamente una Resolución por medio de la cual declaran al
Araguaney, árbol nacional, en agradecimiento a su extraordinaria hermosura.
La misma prohibe
terminantemente su explotación y convoca a darle preferencia a su siembra en
parques, plazas, avenidas y en aquellos lugares donde sea dable su presencia
emblemática.
El nombre científico de
este árbol que alumbra con su amarillo encendido toda la floresta venezolana,
es Tabebuia Chirysantha y pertenece a la familia botánica de las
Bignoniáceas. Por supuesto, no fue fácil
su escogencia como Arbol Nacional.
Existen otros de gran prestancia, pero se impuso la realidad de su
florecimiento llamativo y esplendente durante los meses de enero a abril, vale
decir, cuando está en su plenitud la estación de verano.
Bastaría con leer este
pasaje poético de Filiberto Ruiz, para darse cuenta de su significado: “Un Araguaney lleno de lumbre simula con sus
flores trazos de soles. En las avenidas
representa un río lleno de llamas, un canto de amor, de crepúsculo y de
auroras. Solitario en el parque reina en
el trono esplendoroso del trópico, y el resto de la arboleada simula con sus flores trazos de soles. En las avenidas representa un río lleno de llamas, un canto de amor, de
crepúsculo y de auroras. Solitario en el
parque reina en el trono esplendoroso del trópico, y el resto de la arboleada
simula ser su corte de amores”.
Arístides Bastidas, por su
parte, en su libro la
Ciencia Amena , lo señala como un hermoso exponente del reino
vegetal que eligió a Venezuela como su hábitat, de donde es autóctono. “Aquí se quedó, desafiando indemne, las iras
de las sequías en verano o de las inundaciones en invierno. Ni se muere de sed cuando le falta agua, ni
se ahoga en ella cuando le sobra. Si sus
genes hablaran podrían contarnos la historia de estos parajes americanos, en
los días en que no estaban habitados por ningún hombre”.
El poeta Jorge Schnmidke le
cantó un día en que los rayos del sol jugaban con sus flores: “En la alta cumbre, en la cañada honda / en
el valle feroz y en la pradera, / para hospedar la núbil primavera / alza el
Araguaney su tienda blonda. / Su copa de amarilla vestidura / prende de la
catedral de la espesura / su calendro de doradas flamas / porque la magia que
su tronco encierra / chupa el oro de la tierra / y lo presenta en flor sobre
las ramas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario