El primero de julio de 1812, el
Coronel Simón Bolívar participa al General Francisco de Miranda que “un oficial
de nombre venezolano se ha apoderado con los prisioneros, del Castillo San
Felipe y está haciendo un fuego horrible sobres la ciudad”. Bolívar pide inútilmente a Miranda que ataque
por la retaguardia para evitar que la plaza se pierda.
La plaza después de tres días de combate se pierde y
Bolívar huye con varios oficiales.
Monteverde que desde Coro venía avanzando, se afianza y obliga a Miranda
a firmar la capitulación de San Mateo.
Se pierde la
Primera República.
Bolívar abatido volverá a escribir a Miranda: “Mi general, después de haber agotado todos
mis esfuerzos físicos y morales ¿con qué valor me atreveré a tomar la pluma
para escribir a usted habiéndose perdido en mis manos la plaza de Puerto
Cabello? Mi corazón se halla destrozado con este golpe aún más que el de la
provincia...”
“Mi general, mi espíritu se halla de tal modo abatido que
no me siento con ánimo de mandar un soldado; mi presunción me hacía creer que
mi deseo de acertar a mi ardiente celo por la patria, supliría en mi los
talentos de que carezco para mandar. Así
ruego a usted, o que me destine a obedecer el más ínfimo oficial, o bien que me
de algunos días para tranquilizarme, recobrar la serenidad que he perdido al
perder a Puerto Cabello; a esto se añade cuidados gravísimos me hallo en una
especie de enajenamiento mortal...”
Dos días después Bolívar volverá a escribir a Miranda
para enviarle el informe o parte de las operaciones. En esa carta vuelve a lamentarse: “Mi general... ni mi cabeza, ni mi corazón no
están por nada. Así suplico a usted, me
permita un intervalo de poquisimos días para ver si logro reponer mi espíritu
de su temple ordinario. ¿Después de
haber perdido la última y mejor plaza del estado, cómo no he de estar alocado,
mi general? ¡De gracia no me obligue usted a
verle la cara! Yo no soy culpable, pero soy desgraciado y basta”.
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