El 24 de junio de 1821 Bolívar con sus mejores soldados salió al
amanecer de las sabanas de Tinaquillo y a las once de la mañana bajo un sol
claro y luminoso alistó sus armas contra los cinco mil hombres bien dispuestos
del General La Torre
que en el campo de Carabobo, lo aguardaba para la gran batalla que habría de
decidir la suerte definitiva de la
Patria.
“Es mi deber hacer la paz o combatir” había exclamado
Bolívar ante la imposibilidad de mantener el armisticio firmado meses antes con Morillo, y combatir fue su consigna
cuando los marabinos perdiendo el concepto de la integridad venezolanista se
precipitaron a declarar el territorio del Lago “Provincia de la República de Colombia”.
Morillo se había marchado para España confiando en las
pautas del armisticio y las tropas realistas que mandaba quedaron bajo la
jefatura de La Torre. Era un ejercicio bien
dotado y superior al de los patriotas, pero Bolívar que veía desmoronarse la
integridad territorial no podía seguir prolongando una tregua que conspiraba
contra sus fines, de manera que decidió entrar en campaña y a través de
Bermúdez abrió operaciones sobre Caracas para distraer al ejército realista y
poder concentrar para la gran batalla sus fuerzas de San Carlos. Bolívar ordenó su ejército en tres divisiones
comandadas, la primera, por le general Páez; la segunda, por le General Manuel
Cedeño y, la tercera, por el General Ambrosio Plaza. La
Batalla duró apenas una hora y el saldo final fue de 200
muertos y heridos, la mayoría perteneciente a la Legión Británica
a la que le tocó la parte más dura y
heroica del combate. Destruido el
ejército realista los sobrevivientes fueron a refugiarse a la plaza de Puerto
Cabello de donde más tarde los echarían definitivamente los llaneros de Páez.
En la acción murieron Negro
Primero, los comandantes Farriar, Devis y Scott de la Legión Británica
y los generales Plaza y Cedeño. Bolívar
entró el mismo día a Valencia y cuenta el historiador Mariano Picón Salas que
estando Páez descansando al lado del Libertador, le pregunta: “General, usted que ya nos conoce bien, puede
decir ¿quien es la primera lanza del llano? Monagas, contesta el
Libertador. ¿Y cuál es la primera lanza
de Venezuela? - insistió el catire.
Monagas -reafirma Bolívar. Y
Páez, ya molesto, exclama: Caramba, mi
general, ¿entonces yo que soy? Usted,
general Páez, es la primera lanza del mundo”.
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