El 8 de julio de 1881 falleció en
Caracas a la edad de 63 años el escritor, orador, jurista, pedagogo, polemista
y poeta Cecilio Acosta.
El actor de “Reflexiones sobre la Historia ”, “Los Partidos
Políticos”, “Cosas Sabidas y por Saberse” y “Casitas Blancas” se tiene en
Venezuela como el primer gran pensador moderno del siglo diecinueve.
Salcedo Bastardo lo describe como un
hombre tolerante, pero insobornable, a quien le tocó batallar contra el
despotismo y abogar por la modernización del país, así como por una política de
amplitud para los inmigrantes.
Cecilio Acosta, nativo de San Diego
de los Altos, estudió en el Seminario de Caracas, influenciado por el
presbítero Mariano Fernández Fortique, quien pensaba hacerlo sacerdote, pero en
1840, siendo bachiller en filosofía, decide abandonar la carrera sacerdotal y
se inscribe en la
Universidad de Caracas donde se recibe de Abogado. Llega a ser secretario de la Facultad de Humanidades
de la Universidad
y escribe en los periódicos de su época, unas veces con su nombre y otras con
seudónimos. Hizo oposición al Gobierno
de Guzmán Blanco en “La
Tribuna Liberal ” y le negó su calidad de fundador y
representante del Partido Liberal. Lo
hizo a pesar de haber colaborado con su gobierno en la codificación de las
leyes. De Guzmán Blanco decía en uno de
sus artículos polémicos que le valieron su relegación y sepultura en vida: “Es preciso traer para residenciar aquí al
Viejo Impenitente, al llamado por sí prócer del 46, al enemigo de Bolívar
porque lo proscribió y del pueblo, porque lo engañó, al falso Profeta, Practicón político; a Petrus in cunctis et Paulis in nihil, al Evangelista sin fe, al
sabio sin ciencia, a la máquina de palabras vacías y siempre las mismas, al
diccionario sin definiciones”.
A pesar de su pobreza nunca se
amilanó, fue un hombre modesto, sabio y vertical. El escritor José Manuel Castañón dijo de él
en 1969 que “Cecilio Acosta estaba tocado de la gracia de los elegidos. De los que el destino marca con fuego: sin lastre de convencionalismo alguno, para
comprender y amar todo cuanto dictaba su conciencia en el siglo de las ideas el
vilipendiado siglo XIX del cual aún vivimos para recoger la cosecha”.
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