El 14 de julio de 1816, aniversario
de la Revolución
Francesa , con la cual tuvo
que ver en su agitada y aventurada vida, murió Francisco de Miranda.
Ese día, en el presidio de las
Cuatro Torres de la Carraca ,
a la una y cinco de la madrugada, el cuerpo del prócer de la independencia
americana, quedó como llama extinguida por el soplo de la muerte. Murió a la edad de 60 años, aquejado por
enfermedades propias del medio y después de haber luchado contra la adversidad
aliada de los muros que lo vencieron a la sombra tortuosa del calabozo y el
grillo.
Fue Miranda un venezolano nacido en
Caracas, que le prestó invalorables servicios a la Revolución Francesa
y que alentado por los principios de aquella rebelión contra la Bastilla , símbolo de la
tiranía real, juró como también lo hiciera Bolívar en el Monte Sacro, libertar
a su patria del dominio español.
Varias expediciones libertarias se
estrellaron contra la adversidad hasta que el 19 de Abril de 1810 el pueblo de
Caracas aprovechó la coyuntura de la invasión napoleónica a España para
plantear su libertad. El suceso cívico
del Cabildo caraqueño que acaba con la autoridad del Rey, tuvo su justa
clarificación en el Congreso del 5 de julio de 1811. Allí estaba y de allí salió Francisco de
Miranda como jefe del ejército patriota en organización, para combatir a los
realistas que resistían a favor de los dominios del Rey. Mas, no todo salió como quería, pues desde
Coro, por donde alguna vez pretendió invadir el Precursor, reaccionó impetuoso
Domingo Monteverde. La traición de Vinoni y el terremoto de
Caracas se confabularon contra los ideales republicanos obligando a Miranda a
una capitulación que le costó el destierro, la cárcel y la muerte. De prisión en prisión llegó a acabar con sus
huesos en las bóvedas de las torres gaditanas, de donde lo sacó en su lienzo
perdurable el gran pintor Tito Salas.
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