El 9 de septiembre de 1544 llegaron
a Santo Domingo los restos de Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo, y
quien 38 años atrás (1506) había muerto en Valladolid.
Se cumplía de esta manera la
voluntad testamentaria del Almirante que deslumbró a la humanidad aportando a
su inteligencia la existencia de un mundo virgen y exuberante del que hasta
entonces nadie sabía.
Los restos fueron inhumados en la Catedral de Santo Domingo
y allí reposan desde entonces confundidos con la tierra feraz y tropical que
por primera vez pisó y colonizó y en la que también llegó a padecer en el curso
de la odisea que más recuerda la historia.
Santo Domingo y Haití eran entonces para Colón “La Española ” o “La Hispaniola ”.
Colón murió años después de su
último y cuarto viaje que hiciera en compañía de su hijo Fernando, de 12
años. Fue indudablemente el viaje más
duro y borrascoso de su vida de
descubridor y navegante. En su tercer
viaje cuando descubrió las costas de Venezuela, desde Paria hasta la Vela de Coro, también le
había ido mal, pues llegando a La
Española fue recibido con un par de grillos y regresado a
Europa.
Al final de su cuarto viaje, cuando
navegó más hacia el este tratando inútilmente de darle la vuelta al mundo, quedó aislado en Jamaica durante un
año y sin posibilidades de salir de allí porque sus bajeles habían todos
naufragados y su tripulación lo había abandonado. Los indios lo atacaban constantemente y lo
habrían hecho morir de hambre si a Colón no se le ocurre el ya conocido truco
del eclipse, con el que hizo caer en sumisión a los más hostiles nativos. Pudo salir de Jamaica, gracias a la riesgosa
travesía que hiciera un amigo en una canoa hasta Haití para informar a las
autoridades de su penosa situación y la
de su hijo. Uno de los bajeles de
expediciones que periódicamente venían de España lo recogió de regreso. Vivió sus últimos días en Valladolid,
abandonado hasta de sus propios amigos.
Cuando murió, con excepción de su familia y vecinos, nadie lo supo. La humanidad que tenía los ojos fijos en la
magnitud de su obra, lo creía ausente de España, navegando por mares
desconocidos, descubriendo inmensos territorios
que parecían edenes y los que nunca imaginó como el continente de hoy.
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