El 30 de septiembre de 1813 murió de un balazo en la frente el joven neogranadino José Atanacio Girardot cuando se disponía a clavar la bandera nacional en las alturas de Bárbula conquistada por el ejército patriota.
El mes anterior, Bolívar había
entrado a Caracas y proclamado el restablecimiento de la República de
Venezuela. Luego como la capital quedaba
amenazada desde la Plaza
de Puerto Cabello controlada por Monteverde, pasó personalmente a estrechar el
sitio. Sorpresivamente Monteverde
recibió refuerzos desde Cádiz obligando el retiro de los patriotas. Bolívar, no obstante, lo esperó en Bárbula y
allí le infligió severa
derrota. Pero la patria perdió a uno de
sus más valientes oficiales: Girardot
muerto al clavar el Pabellón.
Este cuadro trágico impresionó tanto
al Libertador que decretó honores de héroe para el joven neogranadino. De regreso a Caracas después de haber
derrotado y herido a Monteverde en Las Trincheras, llevó el corazón de Girardot
encerrado en una urna de plata y excitó a su oficialidad y a la ciudadanía para
que le rindieran los mayores honores.
Bolívar al día siguiente (14 de
octubre de 1813) recibió por acuerdo de la Municipalidad el
título de “Libertador de Venezuela” que habría de engrandecer luego con el de
Libertador de América.
Nueve días antes, desde Valencia,
Bolívar había dirigido una carta a Luis Giradot, comunicándole el suceso reflexionando sobre
la vida de su hijo Atanasio, “mientras más se hubiera prolongado – decía
Bolívar – más timbres habría añadido a su gloria, y más beneficios a la Libertad de la patria. Su pérdida es de aquellas que eternamente
deben llorarse. Pero la causa sagrada
por la que ha perecido debe un tanto
suspender el dolor, para pensar en sus grandes hechos, y en el respeto que se
debe a sus cenizas inmortales. Ellas
vivirán en el corazón de todos los americanos, mientras el honor nacional sea
la ley de su sentimientos, y mientras la sólida gloria tenga atractivos para
las almas nobles”.
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