El 8 de octubre de 1812, Bolívar le
escribe desde la Isla
de Curazao donde se halla exilado, a su tío don Juan Nepomuceno Ribas, a quien
cariñosamente suele llamar “Juancho”, para que responda por el negocio sobre
una cantidad de mil pesos que serían entregados en Curazao por un señor de
apellido Camacho y que él (Camacho) debería recibir al regresar a Caracas.
Bolívar se hallaba en Curazao a raíz
de la pérdida de la
Primera República. A
aquella isla antillana llegó el dos de septiembre después de penosa incomodidad
y mala navegación. Al llegar fue
recibido sorpresivamente con una medida de embargo a su equipaje por dos
causas: primero, porque estaban en la
misma casa en que estaban los de Miranda y, segundo, porque el bergantín “El
Coloso” había contraído deudas en Puerto Cabello que debía pagar él (Bolívar)
por haber sido comandante de la plaza
cuando las contrajo.
De esta su lamentable situación
habla Bolívar en carta dirigida el 10 de septiembre a don Francisco
Iturbe. En la misma dice que se halla
sin medio alguno para experimentar su vida que “ya comienza a ver con demasiado
hastío y hasta con horror”. “Aunque mi
situación es tan triste como la pinto, no obstante conservo algunos amigos que
me obsequian con urbanidad y con franqueza; pero yo creo también que en
tratándose de prestarme dinero, o de hacerme servicio de esta clase, temo, digo
que no obtendré, nada de provecho y más bien perderé hasta su amistad...”
La carta de Bolívar el 8 de octubre
de 1812 a su tío Juancho es patética de su situación igualmente y la forma como
le pide su fianza por mil pesos, hace pensar que su tío no era persona muy
confiada, ya para vencer cualquier temor Bolívar le escribe. “Usted puede contar con la seguridad de que
mi firma será cumplida sin la menor demora ni pretexto alguno por don Miguel
del Toro, pues en caso de que no hubiese modo alguno de pagar esta miserable
suma, vendería cualquier cosa de él mismo para cubrir mi firma. Esté usted cierto de esto como lo estoy yo de
que existo”.
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